¿Cómo surgió la vía láctea? según los griegos

Ve el video completo: ¿cómo sabemos que la vía láctea tiene forma de espiral? aquí: https://youtu.be/kiPeHykxDXI

Si has estado una noche clara, en algún lugar alejado de las luces urbanas, además de los miles de estrellas podrás encontrar en el firmamento una formación alargada, una especie de nube que forma un arco gigantesco. Es la Vía Láctea, la galaxia en la que vivimos todos, y en donde existen varios cientos de miles de estrellas. ¡Pero fue hasta hace muy pocos años que nos dimos cuenta! Y es que ¿cómo podríamos saber cuál es su forma y su tamaño? ¡Es como si a una hormiga, parada en una hoja de un gran árbol, le pidiéramos que sepa la forma que tiene el descomunal bosque en el que vive!

En otras culturas

Los españoles tradicionalmente la llamaban “El camino de Santiago” y otras culturas también se refieren a ella como caminos. Para los vikingos, ese sendero llevaba al Valhalla y los celtas creían que conducía al castillo de la reina de las hadas. Pero para los mexicas era Mixcóatl, la serpiente de nubes y dios de la cacería, mientras que los chinos lo veían como un río de plata y para los egipcios representaba un charco de leche de vaca asociado con la fertilidad.

Quizá esta idea llegó a los griegos, que la llamaban “vía láctea”: el camino de leche. Contaban que Heracles (Hércules para los romanos), el forzudo hijo de Zeus y la humana Alcmena, fue llevado con Hera, la esposa de Zeus, y amamantado mientras ella dormía para que se convirtiera en un dios. Pero Heracles la mordió tan fuerte que la despertó, entonces Hera lo arrojó y se causó un reguero de leche que desde entonces cruza el cielo nocturno. De hecho, la palabra Galaxia viene del griego “galactos” y significa eso: “leche”.

Primeras observaciones

Pero incluso los griegos antiguos no estaban convencidos de que fuera realmente leche. Ya Demócrito se imaginó que aquellas nubes lechosas podían ser estrellas tan lejanas y abundantes que no se podían distinguir individualmente, como lo pensaban los babilonios, Y en el renacimiento Galileo lo comprobó: gracias a su telescopio pudo confirmar que aquel río de plata eran millones de estrellas.

Fue hasta el Siglo Dieciocho cuando el astrónomo Thomas Wright sugirió la hipótesis de que vemos así a la Vía Láctea ¡porque estamos dentro de ella! La idea era que, así como la Tierra viaja dentro del Sistema Solar, el sistema Solar navega alrededor de la Vía Láctea. La idea la retomó y perfeccionó Immanuel Kant en su libro “Historia General de la Naturaleza y Teoría del Cielo”. 

¿Y la forma?

Un avance lo lograron los hermanos alemanes Carolina y William Herschel, quienes hicieron el primer mapa de la vía láctea. Concluyeron que seguramente era algo semejante a un disco, pero erróneamente pensaron que el sol estaba en el centro. También en el Siglo Diecinueve Lord Rosse observó que algunas de las estrellas del cielo no eran estrellas: eran nebulosas. Él y otros astrónomos notaron que algunas de estas nebulosas tenían forma de espiral. Pero quedaba una duda: ¿estas nebulosas eran pequeñas y estaban dentro de nuestra galaxia, o eran objetos lejanos y tan enormes como la vía láctea? Esta duda persistió por mucho tiempo, y hasta los años 1920 la mayoría de los astrónomos pensaban lo primero, y estaban convencidos de que la Vía Láctea era todo el universo. ¡Pero no nos adelantemos!.

Jacobus Kapteyn, en 1904, hizo un descubrimiento genial: estudió el movimiento de miles de estrellas de la vía láctea y se dio cuenta de que no era aleatorio: la mitad de las estrellas se mueven en una dirección, y la otra mitad ¡en la dirección contraria! ¿Por qué pasaba esto? Si lo vieramos acelerado, la respuesta se revela: la galaxia ¡está girando!. Es la primera evidencia de la rotación de la vía láctea. Kapteyn usó el concepto de “Universo Isla” para referirse a la galaxia. Pero ¿esta isla era la única? Pues había un encarnizado debate: por un lado Harlow Shapley dice que las nebulosas son parte de la vía láctea, mientras que Heber curtis dice que son otras galaxias. ¿Cómo resolverlo?

Pues gracias a las observaciones de Henrietta Swan Leavitt, quien, estudiando las pulsaciones de ciertas estrellas llamadas Cefeidas, le dio elementos a Ejnar Hertzsprung para calcular con precisión la distancia de estas estrellas. Ese método lo utilizó Edwin Hubble para medir la distancia de estrellas Cefeidas en otras galaxias, como Andrómeda, demostrando de una vez por todas que estaban muuuy lejos y no dentro de nuestra Galaxia. Y si, como se había observado, muchas otras galaxias eran espirales ¿también lo sería la nuestra?

Pues resulta que en los años 50 Wilbur Christiansen y Jim Hindman usaron cierto tipo de radiación llamada “línea de hidrógeno”, capaz de penetrar el polvo cósmico, para hacer el primer mapa de la galaxia: ¡mostrando que sí, que tiene brazos! Y en 1973 Yvonne e Yvon Georgelin usaron la luiz de las estrellas jóvenes y gordas, ricas en radiación azul y UV para rastrear la estructura espiral, confirmando que son 4 los brazos de la Vía Láctea. Y en 2005 el telescopio infrarrojo Spitzer nos permitió ver a través del polvo. Fue la prueba concluyente de la estructura espiral de la galaxia.

Ahora sabemos que la galaxia tiene esta estructura, formada por un bulbo central, el disco, donde vivimos nosotros, y el halo formado principalmente por polvo y gas, pero con algunas estrellas viejitas. El disco tiene 4 brazos: dos principales Escudo-Centauro y Perseo y dos secundarios Sagitario y Norma. Por cierto: las estrellas no están fijas en los brazos, sino que estos son ondas de densidad, como olas en las que se mueven.  Nuestra galaxia tiene entre 200 y 400 mil millones de estrellas y un diámetro de 200 mil años luz. También al parecer, en nuestro centro galáctico, hay un agujero negro con la masa de 2.6 millones de soles llamado Sagitario A. 

Tan impresionante como la Vía Láctea es la historia de su descubrimiento con la colaboración de generaciones de personas dedicadas a la astronomía y a la física, que pudieron, valiéndose de la ciencia, hacer algo tan impresionante como que una hormiga haga un mapa del inmenso bosque en el que vive ¡sin moverse de su hojita!

¡CuriosaMente!

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