¿Existe la democracia?

¿Qué es la democracia? ¿Quién inventó la democracia? ¿Votar por los gobernantes es una verdadera democracia?

La mayoría de los países del mundo se definen como democracias. En griego “demos” significa “pueblo” y “kratos” significa “poder, gobierno”. Un régimen democrático sería donde gobierna el pueblo.

Formas de organización

Las sociedades humanas se han organizado de distintas maneras a través del tiempo. Todo indica que en la edad de piedra, cuando los grupos no eran muy grandes y había pocas riquezas que acumular, el poder estaba bastante repartido y la única superioridad que se reconocía era la de los de más edad con respecto a los menores.

Una de las primeras ciudades de las que se tiene registro es Catalhöyük. Una sociedad de hace unos 8 mil años en la que no había una persona “especial” a la que llamar “gobernante”. 

Pero todo cambió cuando se empezó a pensar que algunas personas eran más importantes que otras. Desde la prehistoria existieron chamanes o sacerdotes que servían como puente entre el mundo físico y el espiritual. Uno de sus trabajos era observar los astros que, se pensaba, tenían mensajes para los humanos.  Desde que surgió la agricultura, este rol se hizo más importante: el mensaje de los astros indicaba cuándo sembrar y cuándo cosechar, por ejemplo.  Los sacerdotes, conectados con las estrellas y los dioses, fueron adquiriendo más poder y, de una organización horizontal, se fue formando una jerarquía.  La palabra “jerarquía” significa “Orden sagrado”. Para los antiguos egipcios el faraón era un intermediario entre el pueblo y los dioses. El emperador japonés es considerado el “soberano celestial”. Y durante muchos años se pensó que la autoridad de los reyes provenía de Dios. Todavía hoy muchos creen que la autoridad es de origen divino. Cuando el gobernante es uno sólo, la forma de gobierno se llama “monarquía”. 

Pero no todos los pueblos han sido monárquicos. Por ejemplo, sabemos que había y hay sociedades indígenas en las que las decisiones se toman de manera colectiva. En la “cultura occidental” desde el siglo quinto antes de nuestra era, en Atenas, Grecia, surgió la que es reconocida como la primera democracia. Todos tomaban parte en las decisiones que afectaban a la comunidad. Ejem ¿todos? Bueno, no podrías participar si eras un joven sin entrenamiento militar, si no poseías tierras, si tú o tus padres tenían deudas con la ciudad, si eras esclavo… o si eras mujer. Se pensaba que sólo los hombres con propiedades tenían derecho a decidir. Tuvieron que pasar muchos años para que el derecho al voto fuera para todos. Por poner un ejemplo, en Estados Unidos fue hasta 1870 que los hombres de ascendencia africana tuvieron derecho a votar. Y las mujeres lograron el reconocimiento a ese derecho hasta 1920. En México no se garantizó sino después de muchas luchas, hasta 1953.

División de poderes

El modelo de democracia que prevalece en la mayor parte de los países americanos y europeos está basado en las ideas de Montesquieu acerca de la división de poderes. La idea es que hay una parte del estado que escribe las leyes, el poder legislativo, con sus diputados y senadores; otra que interpreta esas leyes y resuelve disputas, el poder judicial, en el que están los jueces y magistrados; y otra que ejecuta la ley y mantiene la responsabilidad por el gobierno, el poder ejecutivo, del que forma parte el jefe de estado (que en muchos países es el presidente o el primer ministro) y los ministros o secretarios. Si la democracia funcionara como se supone, todos los ciudadanos elegiríamos mediante el voto a quienes forman parte de estos poderes. A partir de las opciones que nos proponen los partidos políticos elegimos a nuestros representantes, o sea que, idealmente, podemos seleccionar a quién toma las decisiones por nosotros. Esto se llama “democracia representativa”.

Contras de la democracia representativa

El primero es que hay más poderes que los tres oficialmente reconocidos. A partir del siglo XX los medios de comunicación cobraron tanta importancia, influyendo en la formación de la opinión pública y hasta en decidir quién ganaba las elecciones, que se empezó a decir que constituían un cuarto poder. También otras organizaciones, como las iglesias y  las grandes empresas, tienen suficientes recursos como para influir en la toma de decisiones sociales aunque no sean reconocidas como parte del Estado. A estas se les llama “poderes fácticos”.  Un ejemplo: según encuestas, en Estados Unidos el 66% de la población apoya un control de armas más estricto. Pero la Asociación Nacional del Rifle, un poder fáctico apoyado por los grandes fabricantes de armas, ha impedido que eso suceda. 

El segundo es que, aunque idealmente cada partido político representa a un sector de la sociedad, en la actualidad no pasa esto: los miembros de los partidos forman su propio sector: se le llama “la clase política”.  Defienden sus propios intereses y suelen usar los intereses de la gente como meros lemas de campaña.

El tercero es que en muchos de los países de Latinoamérica una gran parte de la población no tiene suficientes conocimiento histórico, político y científico, lo que facilita que sea víctima de manipulación, tomando decisiones pensando en gratificaciones individuales e inmediatas en lugar de beneficios sociales y a largo plazo. Personajes tan diferentes como Proudhon y Roosevelt, están de acuerdo en que no puede haber democracia si no hay educación. 

Por lo tanto podemos concluir: en los estados nacionales latinoamericanos aún  no existe una verdadera democracia . ¿Hay solución? Sí. ¿Cuál? Es importante que alcancemos mayores niveles de educación para convertirnos en una auténtica sociedad del conocimiento. Y aprendiendo nos daremos cuenta de que son posibles otros modelos de organización, como la que existió en la comuna de París o las que ya están practicando  algunas comunidades indígenas. O como la democracia participativa, por ejemplo, en la que, en lugar de elegir a quienes decidan por nosotros, seamos nosotros quienes tomemos las decisiones.  Podemos empezar por formar parte de organizaciones de ciudadanos: trabajadores que exigen sus derechos, vecinos que mejoran su barrio, observatorios que vigilan a los medios y a los políticos… tal vez llegue el día en que no necesitemos elegir gobernantes porque gobernaremos nosotros mismos. Por ahora, infórmate, organízate ¡y a participar!

¡CuriosaMente! 

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