¿Quién fue el primer dios?

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¿Qué te viene a la mente si digo la palabra... “Dios”? ¿Una entidad abstracta e incomprensible o un ser específico? ¿Qué apariencia tiene? ¿Tiene forma humana o animal, es hombre o mujer? ¿Cuáles son sus características y su poder? ¿Es el único dios o es uno de muchos? Ahora pregúntate: “¿por qué tengo este concepto de Dios? ¿De dónde viene?” La idea que tenemos de la divinidad está formada por nuestra cultura. Y si las culturas han ido cambiando con el tiempo, se podría decir que Dios ha ido evolucionando.

Conceptos

Casi todas las sociedades humanas han concebido seres espirituales que de alguna manera influyen en nuestra vida. Pero ¿por qué? ¿estas ideas cumplen algún propósito?  En su libro Clarity, Daniel San Martín propone una explicación basada en las propuestas de varios autores.  Por ejemplo, para el psicólogo Paul Bloom, Dios tiene su origen en la teoría de la mente: la capacidad que tenemos como individuos de atribuirle pensamientos e intenciones a los demás: si yo camino, es porque así lo deseo; por lo tanto si veo a otra persona moverse, también debe tener una mente como la mía. Y si ya no se mueve es que esa mente, ese espíritu, abandonó el cuerpo.

Bloom llama “dualismo” a esa creencia de que cuerpo y espíritu son cosas diferentes y que esa alma puede sobrevivir aún sin el cuerpo.  Y si eso es válido para las personas, también deben tener mente los animales, las plantas e incluso los ríos, las nubes, el sol y otros objetos. Justin Berret llama “detección de agentes” a este fenómeno. A simples figuras geométricas simplemente por su color, posición y movimiento les atribuimos agencia: intenciones, capacidad de acción y hasta personalidades. La teoría de la mente y la detección de agentes triunfaron evolutivamente porque nos permiten anticipar las acciones de los demás seres vivos y fue fácil aplicarla incluso a los no vivos. Se le llama “animismo” a esta primera forma de religión: la idea de que los seres y fenómenos de la naturaleza y el cosmos poseen un ánima y un numen, o sea un poder más allá de su existencia corpórea. Así, un río que genera vida podría ser una divinidad a la que hay que venerar, el sol y la luna regirían los ciclos cósmicos y hasta un conejo capturado para comerlo requeriría reverencia.

Y los cuerpos de los familiares muertos, cercanos a nuestros sentimientos, debían ser tratados con respeto o incluso conservados. Y sus espíritus también serían objeto de veneración. ¿A dónde se iban las almas? En este momento surge la idea de un “más allá” y de que ciertas personas (quizá neurológicamente atípicas) eran capaces de conectar con ese mundo de los espíritus humanos y animales. A estas personas se les llama “chamanes” y a esta forma de religión “chamanismo”. También surge en esta etapa el culto a los antepasados, sobre todo a aquellos y aquellas que fueron importantes por su legado. Después de varias generaciones algunos de estos ancestros y ancestras pudieron volverse figuras míticas, incluso mezclándose con los poderes animales o naturales. “Anoche el abuelo venado me habló”, diría un chamán. 

El primer dios

Sin historia escrita, es muy difícil saber con precisión cuál fue la primera divinidad. En algún momento del paleolítico la gente se empezó a preguntar ¿quién creó el mundo? ¿De dónde salió? Por mucho tiempo los seres humanos sólo representaron animales en su arte, pero hace 30 mil años se empezaron a representar formas humanas: como muchas de las figuras más antiguas encontradas son de mujeres de formas exhuberantes, existe la hipótesis de que las primeras divinidades fueron femeninas. Tiene mucho sentido, ya que las sociedades en ese entonces tendían a ser más igualitarias y el principio femenino, con su capacidad de generar vida y de alimentar, cuidar y nutrir, era visto como sumamente poderoso.

Así, quizá Dios nació como la Gran Diosa: si de las mujeres surgen las personas, entonces de ella nació el mundo y todas sus criaturas. En ese entonces no había religión organizada, así que cada tribu tendría sus variantes: en esta sería la diosa de la fertilidad y de la siembra, en esta, la diosa de la luna y de los ríos, siempre asociada con los lugares húmedos, la tierra, los manantiales y las cuevas. Se piensa que diosas como la cananea Astarté, la babilonia Ishtar o la griega Démeter y la romana Ceres son descendientes de la Gran Diosa. Incluso la diosa china Guanyin y la Virgen Maríaconservan atributos de este arquetipo: su papel maternal como protectoras y su asociación con cuevas, como la aparición de la Virgen de Fátima.

Impacto en la sociedad

Se ha probado que el cerebro humano tiene capacidad para convivir en comunidades de hasta 150 personas. Pero el culto a ancestros y divinidades comunes permitió la cooperación entre las sociedades humanas: ya no estaban unidas sólo por el parentesco, sino por mitos y rituales compartidos. Se sabe que los sacerdotes o sacerdotisas de diferentes tribus se reunían para compartir sus visiones y ritos. Esto permitió que las comunidades crecieran y se formaran las primeras ciudades con población considerable, hace unos 10 mil años. Entre el neolítico y la edad de bronce la religión empieza a organizarse y a asociarse con el poder: sacerdotes y reyes son siervos de los dioses, pero gobernantes de los mortales. Estamos en plena etapa del “politeísmo”. Al organizarse la sociedad de manera jerárquica y patriarcal, las diosas van perdiendo importancia y los dioses varones se vuelven importantes. Es el caso del Zeus griego y de Odín, de la mitología nórdica, ambos denominados “Padre de todos”.

En el politeísmo se reconocen muchos dioses, cada uno con atributos y áreas de acción diferentes. Los dioses del olimpo griego, con sus áreas de dominio, sus reyertas y mitos, son de esta etapa. Y también los dioses del hinduísmo, como Shiva y Visnú. En Mesoamérica, Aztecas, Incas y Mayas también eran politeístas. Y, si te fijas, todas estas sociedades tenían jerarquías bastante rígidas.  Pero no todo eran grandes dioses: mucho del animismo aún sobrevivía. Los antiguos latinos, por ejemplo, tenían sus “penates”: humildes dioses del hogar y de las despensas, propios de cada familia. 

En una región de medio oriente llamada Canaán sí se adoraba a un gran dios: el dios El,  padre y jefe de otros 77 dioses. En esa región vivieron los primeros hebreos, que también adoraban al dios El junto con otros dioses, como Baal. Al parecer se concentraron en uno de los nombres de Él: “Yahweh”, “el que sopla”. Poco a poco empezaron a hacer una distinción entre su Yahvé y El, el dios original. Al principio los hebreos eran henoteístas: creían que los demás dioses también eran dignos de adorarse, pero no eran tan buenos como el suyo, y luego se hicieron monolatristas: el suyo era el único dios digno de adoración. 

El judaísmo fue influído por dos religiones: el culto a Atón, el dios solar que el faraón egipcio Akenatón afirmaba que era el único dios, y el Zoroastrismo, religión de la antigua Persia que adoraba a Ahura Mazda, el Dios Creador que otorgaba premios y castigos según como te hubieras portado en la vida y que tenía a sus órdenes ejércitos de ángeles. La noción de un espíritu que encarnaba el mal, enemigo de Dios y de que un día vendría un mesías y habría un Juicio Final también son zoroastrianas. El judaísmo así entró en la etapa monoteísta, afirmando que el suyo era el único dios verdadero, al grado de juzgar como idólatras a quienes adoraban a otros dioses y hacerles la guerra.

Del judaísmo surgen las otras dos grandes religiones monoteístas: primero el cristianismo, con influencia del mitraísmo y el gnosticismo y después el Islam. Ambos se expanden por el mundo. El cristianismo recibe mucha influencia de los filósofos griegos, especialmente Platón y Aristóteles, y buena parte de la imagen del cielo y de Dios que tenemos actualmente proviene de esas fuentes. El cristianismo se separa en el occidental y el oriental y finalmente el occidental se divide en catolicismo y una variedad de denominaciones protestantes.

Evolución

Así, Dios empezó siendo los espíritus de la naturaleza, unos más poderosos que otros con los que había que convivir, y luego una multiplicidad de personas con caprichos y emociones humanas a los que había que mantener contentos a ser uno sólo, con reglas morales que había que seguir. Pero esta evolución de Dios no ha sido lineal, sino que, como la evolución biológica o la de las lenguas, se ha ramificado, produciendo una gran diversidad de ideas, mitos, y prácticas religiosas: aunque 8 de cada diez personas son budistas, musulmanas, hinduistas o de alguna denominación cristiana, actualmente hay más de 4 mil religiones animistas, chamanistas, politeístas y monoteístas que conviven hoy en el mundo. ¡Cada una con sus fascinantes mitos y rituales y sus dioses, tan importantes para sus creyentes como lo es tu idea de Dios para tí!

La noción de Dios ha ido cambiando, pero siempre ha servido para moderar nuestros impulsos egoístas y guiar nuestra ética, también para crear comunidades que se apoyan y comparten creencias y costumbres, pero también ha sido pretexto para agredirnos y excluirnos unos a otros, ¿será posible coexistir en paz? Y tú ¿cómo piensas que evolucionará la idea de Dios en el futuro?

¡Curiosamente!

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