¿Es posible ganar una discusión en Internet?
¿Cómo ganar una discusión? ¿Por qué es tan frustrante participar en una? ¿De verdad se puede convencer a otros?
PERSONAJE 1: ¡Amigo, lo que acabas de publicar es falso! Está lleno de falacias y no presentas ninguna fuente confiable ¿Dónde están las evidencias?
PERSONAJE 2: ¡Ja ja ja! Personas como tú tienen lavado el cerebro y no quieren ver la verdad ¡infórmate antes de opinar!
PERSONAJE 1: ¡Al que le hace falta información es a tí! Deja de propagar la ignorancia.
PERSONAJE 2: Qué ironía que me llames ignorante cuando eres tú el que se niega a abrir los ojos.
PERSONAJE 1 (PENSANDO) : Este tipo no tiene remedio, pero si me quedo callado va a parecer que perdí la discusión, y va a seguir difundiendo tonterías… ¡¿Qué hago?!
Falacias
Cuando alguien sostiene un argumento que nos parece equivocado, creemos que lo único que hace falta para que cambie de opinión es información. ¿Quizás la persona no ha leído lo suficiente o está siendo engañada? Si él o ella simplemente supiera lo que nosotros sabemos, evidentemente pensaría lo correcto… o sea, lo que pensamos nosotros.
Pero la experiencia nos indica lo contrario: es rarísimo que logremos hacer cambiar de opinión a alguien, por más información y argumentos impecables que le mostremos. ¿Por qué?
Las discusiones suelen estar llenas de falacias:
Tu interlocutor te ataca a tí en vez de atacar tu argumento (falacia ad hominem)
Tu contraparte representa tus pensamientos de manera diferente a lo que realmente piensas y ataca esa representación (falacia del hombre de paja)
Y sobre todo, el sesgo de confirmación: ante la información que se le presenta a alguien, este tiende a escoger los datos que coinciden con su forma de pensar e ignorar aquellos que lo cuestionen o a interpretarlos de manera favorable a su punto de vista.
Efecto contraproducente
En un estudio realizado en 2010, se encontró que, cuando se le presentaba a las personas información que contradecía sus convicciones políticas, éstas, en vez de debilitarse, se volvían más firmes. Se le llamó “efecto contraproducente”: tu rival aumenta su fervor y tú, en respuesta, aumentas el tuyo: cada quién acaba más convencido de su posición original.
¿Por qué la gente defiende tanto sus convicciones a pesar de que la evidencia las contradiga?
Una posible explicación tiene que ver con la identidad: tu sentido de quién eres y a qué perteneces. Los sociólogos dicen que un factor importante para construir tu identidad es la representación del “otro”: sólo podemos definirnos en relación con aquello de lo que nos distinguimos. “Nosotros” somos nosotros porque pensamos, valoramos y creemos cosas diferentes a “ellos”. Lo que creemos que somos está íntimamente ligado a lo que creemos que no somos. Así, vamos perteneciendo a grupos. Pueden ser Chairos contra Fifís, ateos contra religiosos… o los del pueblo de Pelotillehue contra los de Buenas Peras.
Cuando dos personas discuten en las redes sociales, aparentemente están queriendo convencer al otro, pero en realidad lo que están haciendo es manifestar sus rasgos de pertenencia al grupo propio. No es casual que un estudio encontrara que la emoción que más hace que compartamos contenido viral es el enojo: publicar esas cosas horribles o tontas que hacen los del bando contrario equivale a señalar nuestra identidad hacia el grupo al que pertenecemos. Representar a los otros como malvados, ignorantes o ilusos, nos hace sentir a nosotros y a los nuestros, por contraste, como buenos, cultos e inteligentes.
¿Cómo construimos la identidad?
Veámoslo con un ejemplo. Si eres aficionado al deporte, seguramente tienes un equipo favorito ¿Cómo elegiste a qué equipo apoyar? Te aseguro que no sucedió que un día dijiste:
"Es hora de elegir a qué equipo irle. Antes de tomar una decisión, analiza la cantidad de torneos ganados por cada equipo, sus estadísticas en partidos recientes y qué tantas veces han sido amonestados sus jugadores.”
¡No! (Si así fuera nadie le iría al Atlas. Ejem...) Lo más probable es que esa identificación se fue construyendo con el tiempo y basada en varios factores ¿en dónde naciste o en dónde vives? ¿a qué clase social perteneces? ¿A qué equipo apoya tu familia? ¿A qué equipo le van tus amigos de la juventud? ¿Qué valores te parece que representa tu equipo –juego limpio, nacionalismo, persistencia–?
El filósofo y sociólogo Pierre Bourdieu habla del concepto de habitus. Es una estructura individual y subjetiva que le da forma a tus pensamientos, tus valores, tus sentimientos, tus acciones y hasta tu forma de moverte y de vestir. Pero, aunque es subjetiva, está construida socialmente: en ella influye, por ejemplo tu nivel monetario (capital económico), tu acceso a la educación (capital cultural), y otros factores históricos y sociales. El habitus se forma de manera inconsciente y, aunque cada quién actúa de forma libre y espontánea, sus gustos y opiniones son más parecidas entre personas que pertenecen a grupos similares.
Por lo tanto, admitir que uno está equivocado es más difícil de lo que parece: significa arriesgar nuestra pertenencia al grupo e incluso poner en crisis nuestra propia identidad.
¿Es imposible que alguien cambie de opinión?
En realidad no: sí es posible. La gente cambia de opinión con frecuencia, sobre todo si no se siente tan identificada con el asunto: puede, por ejemplo, cambiar de pasta de dientes si los datos le muestran que una es más benéfica que la otra.
Y ¿hay manera de lograr convencer a otros en asuntos más relevantes? ¡Pues sí! Un estudio realizado en los foros de Reddit expuso cuáles son las mejores estrategias para convencer a alguien en Internet. ¡te los revelamos después de esta pausa!
¿Cómo ganar?
Te compartimos las seis estrategias que, según la investigación de la Universidad de Cornell, tuvieron más éxito en las discusiones online:
Identifica si la persona está dispuesta a cambiar de opinión. El estudio encontró que las publicaciones que hablan en primera persona del singular “yo”, y que se expresan de manera calmada, incluso usando palabras como “ayuda” o “por favor”, suelen tener mayor disposición a cambiar. Pero si su tono es más apasionado, usan el plural: “nosotros”, o adverbios como “evidentemente” o pronombres que expresen absolutos como “todos”, “nadie” o “cualquiera”, o adjetivos como “peor” o “mejor” suelen ser puntos de vista más testarudos. ¡Quizá lo mejor sea no empezar una discusión ahí!
Si ya te enfrascaste en la discusión y después de cuatro intercambios la postura de tu interlocutor no cambia un ápice, continuar es tiempo perdido. Ve a hacer algo más productivo.
Mientras más personas intenten convencer al autor, es más probable que cambie de opinión.
El factor que mostró mayor efecto fue el de usar un lenguaje diferente al de tu interlocutor: no repitas sus palabras. Trata de que sea muy claro que estás presentando información nueva y no sólo oponiéndote a él o ella.
Los argumentos que tenían ejemplos específicos y evidencias tienen mayor probabilidad de éxito.
El tener una actitud calmada, no confrontativa, sino en tono suave o incluso evasiva, contribuye más a aceptar razones. Ayuda usar frases como “podría darse el caso” e incluso demostrar incertidumbre. Podría ser que esto haga que el otro te vea menos como una amenaza y más como alguien que “está de su lado”
Y aún así, esto sólo mejora las probabilidades un poquito. Piénsalo: ¿cómo fue alguna vez que cambiaste de opinión? ¿Fue porque alguien en Internet te dijo “ignorante”? ¿O más bien porque tú mismo detectaste algo en tu pensamiento que no encajaba bien? Quizá influyó en ese cambio alguien cercano o a quien consideras admirable. Es importante admitir que nosotros mismos podemos ser igual de testarudos que nuestro interlocutor. No es tan fácil darnos cuenta de cuando somos nosotros quienes caemos en falacias y sesgos.
¿Y qué tal quitarnos la idea de que las discusiones se tratan de perder o ganar? Aferrarnos a una creencia no nos hace más fuertes ni mejores personas. Podríamos intentar enfocarnos en aprender de los puntos de vista de los demás. Para esto necesitaríamos no identificarnos con nuestras propias opiniones, sino identificarnos con la búsqueda de la verdad, que nunca se acaba.
¡CuriosaMente!